Extraña efermedad

February 18, 2008

Desperté con una extraña sensación, probablemente una nueva enfermedad o un antiguo vicio; pensé seriamente en consultar con un médico, pero después de meditarlo un poco, no sentí que fuera cosa de peligro ni algo por lo que debiera preocuparme. Salí como todos los días hacia el trabajo y aquella extraña sensación se fue agrandando a medida que me acercaba al lugar en donde laboro. ¿Será alergía al trabajo?

Me dirigí rápidamente hacia la cafetera y me preparé un café bien cargado, esperando que aquel malestar fuese solo la reminiscencia de un mal sueño o quiza, muy probablemente, de un sueño maravilloso que no podía acabar de asimilar y que me había envuelto en un instante, ¡así son los sueños! Tras unos sorbos de café comprendí que en vez de mejorar la situación me estaba generando un nuevo malestar, mi estómago me reclamaba al ingerir una bebida tan cargada sin haber recibido antes, al menos, una galleta. ¿Será hambre?

Busqué en los cajones de la oficina en donde siempre tengo algo preparado para este tipo de situaciones y alcancé algunas frituras, una cajita de leche de soya sabor chocolate y algunas donas (aptas para veganos, por supuesto); sé que no es lo más nutritivo, pero en lo concerniente a satisfacer a mi estómago, cumplen con su cometido. Terminé rápidamente con mi desayuno improvisado y pese a que se disipó el hambre, había algo más, algo que se incrementaba a cada instante, sobre todo cuando me ponía a mirar ansiosamente las manecillas del reloj. No comprendí de dónde salía esa ansiedad y no encontré razón alguna por la que un reloj, pudiera llegar a interesarme de esa manera. Sentí que mi estado se estaba agravando a tal grado de pensar en que lo mejor hubiese sido no salir de casa, tal vez reportarme enfermo, con algo pasajero, una gripe, un malestar estomacal, pues como van las cosas tal vez terminaré saliendo de aquí con una camisa de fuerza.

Dan las once de la mañana y yo sigo tejiendo redes mentales, indagando cualquier causa que me haya llevado a esta condición, generando teorías para entender lo que me pasa. Perdido en mis pensamientos y por alguna razón que aún no consigo explicar levanté la mirada. A lo lejos distinguí una silueta conocida, se fue acercando poco a poco, materializándose, haciéndose cada vez más visible, más reconocible. Entonces distinguí tu rostro, distinguí tus labios y aquellas palabras que sonaban tan maravillosas, aunque no pude comprender su significado, fuí transportado a un paraíso personal y regresé a esta realidad para darte los buenos días y responder con una sonrisa a la tuya.

Me sentí aliviado, mucho más tranquilo y no me quedó más que reirme de la situación que había vivido. Era algo tan simple y tan maravilloso, algo que solo resulta extraño si si no te ocurre muy frecuentemente y lo has olvidado. Revisé los documentos que entregaría al cliente a las doce y media para descubrir tu nombre rayoneado a lápiz en uno de los bordes de las primeras páginas. Solté una carcajada, tomé un marcador y escribí en la portada: ¡Estoy enamorado!

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