Historias

December 7, 2006

Ha sido una larga tarde. Él parece sentirse el hombre más afortunado del mundo, mientras ella finge una sonrisa que intenta disfrazar esa enorme angustia que no la deja descansar. El bolso de ella se encuentrá sobre ese pequeño buró, colocado a un costado de la cama, en la que permanecen abrazados hasta ser interrumpidos por el sonido de una antigua melodía. De su bolso saca lentamente el teléfono y vuelve a leer aquellas palabras que la siguen atormentando. Finge otra sonrisa para ocultar esa tristeza que ahora se parece más a la resignación.

Él parece un poco confundido, pero la sonrisa que ella le muestra lo tranquiliza y prefiere no preguntar nada. Se siente feliz. Hace tanto tiempo que soñó con ese momento y se esforzó tanto para poder estar junto a ella que quiere disfrutar cada segundo a su lado. Esa sonrisa afable que ella le muestra, aunque falsa, le hace sentir que el sentimiento es recíproco.

Ella lleva el teléfono de vuelta al bolso y busca aquel objeto metálico que llevaba guardando desde hace unas semanas mientras juntaba el valor suficiente para afrontar ese momento. El miedo la estremece y a toda velocidad trata de esconderlo debajo de las sábanas.

Un frío metal estremece su cuerpo, el metal apunta a su pecho, exáctamente a la altura del corazón. En un segundo interminable una gran cantidad de sentimientos y emociones estremecen su alma y luchan para terminar en un horrendo e inevitable grito. Jala el gatillo y su corazón queda hecho pedazos.

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